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POEMAS DE PABLO NERUDA

Amor 

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado, y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa --limpio de todo mal--. 
¡Cómo sabría amarte, mujer cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más. 



Amor mío, si muero y tú no mueres... 
Amor mío, si muero y tú no mueres, no demos al dolor más territorio: amor mío, si mueres y no muero, no hay extensión como la que vivimos. 
Polvo en el trigo, arena en las arenas el tiempo, el agua errante, el viento vago nos llevó como grano navegante. Pudimos no encontrarnos en el tiempo. 
Esta pradera en que nos encontramos, oh pequeño infinito! devolvemos. Pero este amor, amor, no ha terminado, 
y así como no tuvo nacimiento no tiene muerte, es como un largo río, sólo cambia de tierras y de labios.


Lamento lento 
En la noche del corazón la gota de tu nombre lento en silencio circula y cae y rompe y desarrolla su agua. 
Algo quiere su leve daño y su estima infinita y corta, como el paso de un ser perdido de pronto oído. 
De pronto, de pronto escuchado y repartido en el corazón con triste insistencia y aumento como un sueño frío de otoño. 
La espesa rueda de la tierra su llanta húmeda de olvido hace rodar, cortando el tiempo en mitades inaccesibles. 
Sus copas duras cubren tu alma derramada en la tierra fría con sus pobres chispas azules volando en la voz de la lluvia.








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